Si para escribir hay que leer, según reza el reciente libro de Vanni Santoni, un joven autor italiano (1), para trabajar en un laboratorio hay que pipetear. Aprender a manejarse con la pipeta debería ser el primer “buenos días” de un aprendiz de investigador que se precie.
La pipeta es el rey de los instrumentos manuales en los laboratorios donde la Química es la protagonista. Y diría más, las “micropipetas” se han introducido también en ambientes de Biología, Inmunología, Genética y otras ramas de la ciencia. Puestos a elegir, el término PIPETA es también un buen nombre para fomentar entre todos nosotros el ambiente investigador, sumándole unas notas de divertimento, relajación y espíritu creativo, especialmente en el ámbito de la comunicación.
Pipeta es un diminutivo de pipa y si recurrimos al diccionario de la RAE, el término se adjudica a un utensilio para fumar, un determinado tipo de tonel para guardar vino, la lengüeta de las chirimías o las semillas de girasol, sin olvidar el utilizado en argot policial para la pistola. El nombre, de origen latino, se emplea también para denominar a la “pipia o pippa”, equivalente a la flauta, que en castellano hemos derivado del occitano. Siempre podemos reservar un apartado para el concepto de “pasarlo pipa”, que tiene una traducción relacionada con divertirse, en cualquier ámbito de la vida. La introducción de la pipeta en el mundo del laboratorio se atribuye a Louis Pasteur (1822-1895), aunque desde entonces ha experimentado numerosas modificaciones que han mejorado sensiblemente sus prestaciones.
La pipeta que ahora iniciamos pretende ser un entorno, un rincón de tertulia, un “brainstorming” mantenido, donde la ciencia en la que nos movemos tenga un pentagrama relajado de intercambio de ideas. Vivimos muy aislados, muchas veces no conocemos el trabajo de nuestros compañeros cercanos y, la pandemia por el coronavirus, al fomentar el trabajo en el propio domicilio, aún ha propiciado más el alejamiento de unos de otros. Hay que acercarse, hay que “pipetear”, aunque sea compartiendo un café o fomentando la hora del té. Pipetear debería ser nuestro eslogan colectivo. Pipetear para compartir opiniones, para intercambiar datos, para conocer nuestros hallazgos, en definitiva, para avanzar colectivamente en este apasionante mundo de la investigación.
Pere Casan Clarà
(1) Santoni, Vanni. “Para escribir hay que leer”. Ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2021