Día Mundial de las Enfermedades Tropicales Desatendidas

Entrevista a Azucena Rodríguez, Médica internista en el HUCA, Microbióloga e investigadora en enfermedades infecciosas.

El eje Norte-Sur que divide el mundo en dos se vuelve todavía más evidente cuando hablamos de salud: una serie de enfermedades amenazan la calidad de vida de la mitad de la población mundial, la más pobre en recursos y oportunidades. Difieren en patógeno, vector de contagio y síntomas, pero todas comparten la misma naturaleza: son las olvidadas, y durante décadas han permanecido desterradas de la lista de prioridades en la agenda sanitaria mundial.

En África, América y Asia miles de personas sufren a diario el azote de unas enfermedades cuya erradicación resultaría infinitamente más sencilla si causaran más problemas unos cuantos grados de latitud al Norte. Desde hace unos años, cada 30 de enero decenas de organizaciones internacionales participan en el Día Mundial de las Enfermedades Tropicales Desatendidas con el propósito de concienciar a la población mundial sobre la injusticia social y la necesidad de no mirar hacia otro lado.

Azucena Rodríguez, médica e investigadora del grupo de Microbiología Traslacional del ISPA, lleva décadas estudiando estas enfermedades infecciosas. Asegura que están más cerca de lo que creemos, y que debemos comprender que en lo que a salud refiere no existen fronteras ni enfermedades geográficas.

«Las enfermedades desatendidas están llamando a nuestras puertas y Europa tiene el deber y necesita contestar»

Lo que sucede en un rincón alejado del mundo acaba afectándonos, asegura la científica.

¿De dónde viene eso de desatentidas?

El término de “enfermedades desatendidas” es una traducción al español del inglés. Y no es que sea incorrecto, pero probablemente el concepto que tiene la OMS es mucho más llamativo y contundente: Neglected. Así es como nos referimos a las enfermedades abandonadas.

¿Por qué abandonadas?

Pues porque la mayoría tienen lugar en países de baja renta y en vías de desarrollo. Muchos de los fármacos que se utilizan para enfrentarse a estas enfermedades son antiparasitarios muy antiguos, genéricos, y que no interesan comercialmente. De hecho, muchos de ellos están cedidos a la OMS debido a su precio irrisorio. No existe un motivante económico que favorezca su investigación ni el desarrollo de fármacos o nuevas vías de tratamiento, de modo que los tratamientos siguen igual que estaban hace décadas.

Casi se nos sugiere un olvido deliberado…

Es que lo es. Hablamos de países donde la cobertura sanitaria es muy baja. Simplemente pensemos en lo que ha pasado con el covid-19: en Europa puedes plantearte que un país vacune a cuarenta millones de personas, y es un esfuerzo sobrehumano para el sistema, pero conseguimos que resista. Sin embargo, esto en Zambia es imposible, y menos teniendo en cuenta que muchas comunidades están muy aisladas geográficamente.

Enfermedades Tropicales Desatendidas con posibilidad de ser erradicadas en la década de 2030, según la OMS. Créditos: OPS/OMS. 

¿Qué efectos colaterales tienen estas enfermedades para el individuo, además del deterioro de su salud?

Estas enfermedades tienen repercusión incluso para el tejido económico de los países, ya que muchas se contraen en la infancia y al final acaban generando unas cargas de mortalidad y morbilidad que parasitan el desarrollo del país. Sin duda no es algo baladí, y para el individuo supone muchas veces un lastre de por vida. Hablamos de enfermedades que causan ceguera, como la Oncocercosis; o enfermedades como la Filariasis linfática, que producen la desfiguración de partes del cuerpo y por tanto llevan al que la sufre a situaciones de riesgo de exclusión social. Son enfermedades que crean pacientes crónicos, que necesitan trasplantes en el caso del Chagas o diálisis para poder vivir en pacientes con esquistosomiasis. Y lo peor de todo es que muchas de ellas podrían evitarse de manera relativamente sencilla.

«Estas enfermedades acaban generando unas cargas de mortalidad y morbilidad que parasitan el desarrollo del país»

Azucena Rodríguez.

¿Y sabemos cuál es la prevalencia de estas enfermedades en la población?

Aquí aparece otro problema. Muchas de estas enfermedades no tienen un seguimiento establecido. Por ejemplo, en el caso del Chagas ponemos un tratamiento y luego, para declarar al paciente sano, necesitas que sus anticuerpos se negativicen y persistan así a lo largo del tiempo. Cuando el Chagas llegó a Europa nosotros realizábamos PCRs para confirmar que el paciente se había curado, y ese era y es el procedimiento normal. El problema es que es imposible que esto ocurra en Latinoamérica, donde hay millones de infectados y no disponen de la tecnología.

Y además hablamos de enfermedades que seguramente estén infradiagnosticadas en muchos casos… ¿No?

Sí y no. Lo que están es infratratadas. Y después sí, claro, hay enfermedades infradiagnosticadas, pero porque muchas veces te encuentras con la misma situación: hay una población a la que le vas a decir que tiene X enfermedad, pero luego no le vas a poder ofrecer nada para curarla.

¿Qué comparten estas enfermedades, y por qué juntarlas bajo un mismo paraguas?

La mayoría son enfermedades geográficas, que pueden existir en una zona de África, pero no en Latinoamérica y viceversa, de modo que a veces resulta complicado hacer entender que se trata de un problema global. Dentro de la categoría de “olvidadas”, encontramos distintas graduaciones: el Chagas pasó a ser de importancia para los países europeos porque puede transmitirse a través del embarazo, de donaciones y trasplantes. De hecho, tiene que descartarse en las donaciones de órganos y de sangre por ley. ¿Qué ocurre? Que puedes tener a un niño que se ha infectado al nacer al que diagnostiques treinta años después con una enfermedad ya crónica y que necesite un trasplante de corazón, de modo que hay un seguimiento mucho mayor de la presencia de esta enfermedad en territorio europeo. Europa se movió cuando entendió que podría tener un problema de salud pública muy serio, y aunque hoy en día solo existen dos fármacos ya se han realizado ensayos, se ha investigado sobre la enfermedad y se le ha dado cierta prioridad.

Las cifras oficiales de la Organización Panamericana de la Salud nos hablan de 30.000 nuevos casos de Chagas cada año y 12.000 muertes en promedio, aunque podrían ser muchas más. Actualmente hay 70 millones de personas que viven en zonas donde existe el riesgo de contraer la enfermedad.

Azucena Rodríguez.

Y sin embargo…

Sin embargo, esto no tiene nada que ver con el nivel de abandono que podemos encontrar en otras enfermedades desatendidas, como algunas filarias endémicas de Senegal. Una persona puede contagiarse en territorio senegalés y venirse a vivir a España, pero nosotros no tenemos ni ese mosquito ni ese vector, de modo que no existe un riesgo para Europa de sufrir una “epidemia” de filaria.

Durante años ha investigado este tipo de enfermedades infecciosas. ¿En qué punto se encuentra su trabajo? ¿Tiene algún proyecto en marcha?

El Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) acaba de concedernos un proyecto que solicitamos a través de FINBA en colaboración con el grupo de Aprendizaje Matemático de la Universidad de Oviedo, liderado por el Doctor Juan Luis Fernández Martínez. Nuestra idea es elaborar un algoritmo que nos ayude a definir los perfiles de pacientes susceptibles de poder tener una enfermedad de estas características. Estos perfiles nos mostrarían qué pacientes son candidatos para así realizarles un cribado de las principales patologías, y todo esto teniendo en cuenta su edad, su país de origen, cuántos años llevan residiendo en España e incluso su género, ya que algunas enfermedades están asociadas a ciertas actividades o entornos a las que culturalmente las mujeres o los hombres se exponen más dependiendo del caso.

¿Cómo funcionará este algoritmo?

Una vez diseñado verteremos el algoritmo en una web, de tal forma que podremos realizar una búsqueda con los datos del paciente y como respuesta el algoritmo nos dirá cuáles son las enfermedades que potencialmente podría tener. Disponer de una herramienta así nos resultará muy útil, ya que de otra forma es muy complicado que un médico se plantee en una primera visita que un paciente tiene este tipo de enfermedades. Y es algo completamente normal: no estamos familiarizados con ellas ni con sus síntomas, pero ocurre. Y el riesgo que corremos al dejar sin diagnosticar a una persona con esquistosomiasis se paga caro.

¿Afecta el cambio climático a la concienciación sobre las enfermedades olvidadas?

Es un arma de doble filo. El cambio climático empeora la situación para cualquier enfermedad transmitida por vectores. Si le ofreces a un vector, bien sea un mosquito o una garrapata, un medio proclive, ellos van a crecer. Si cada vez hay una mayor desertización, si la potabilización del agua es peor y los ríos bajan cada vez más secos, si el ecosistema animal pierde su resiliencia… la situación de las enfermedades desatendidas va a empeorar, sin duda. ¿Cuál es el doble filo? Que los vectores podrán llegar a Europa.

Y de hecho ya ha ocurrido, ¿verdad?

Sí, nos ha pasado con el Dengue y con el Zika, sin ir más lejos. Y la posibilidad de que los vectores proliferen con el cambio climático y se reintroduzcan enfermedades que considerábamos erradicadas para Europa es más que probable. El peligro ya no está en que un viajero puntual tenga Dengue; el problema es que podemos tener uno autóctono, de Europa. Y lo peor es que nadie va a pensar que podrías tener Dengue. Este año por fin se ha aprobado una vacuna para los cuatro serotipos de la enfermedad, pero esto ha ocurrido porque hay un interés económico detrás para respaldar esa investigación.

«Desde el momento en que tuvimos aviones capaces de unir dos zonas alejadas del planeta, el término “geográficas” dejó de tener sentido para las enfermedades desatendidas»

Azucena Rodríguez.

¿Cuál es el mensaje de concienciación que debemos dar en un día como hoy?

El covid-19 ha sido un ejemplo perfecto de lo que ocurre en la naturaleza cuando el equilibrio se rompe. Como todo efecto mariposa, lo que sucede en un rincón alejado del mundo acaba afectándonos, y esto es algo que no podemos seguir ignorando. Muchas de estas enfermedades pueden curarse con tratamientos que cuestan menos de 100 euros y que en ocasiones se reducen a una sola dosis de un fármaco. Este día tiene que existir porque, como personas que vivimos en un mundo globalizado, tenemos que ser conscientes de lo que está ocurriendo dentro de él. Tenemos que entender que, desde el momento en que tuvimos aviones capaces de unir dos zonas alejadas del planeta, el término “geográficas” dejó de tener sentido para las enfermedades desatendidas.

No hay marcha atrás.

No la hay. Y a partir de ahora hay dos motivos básicos para hacernos cargo de este problema de salud global en los próximos años: el primero es puramente egoísta. No podemos permitir que estas enfermedades se conviertan en autóctonas para Europa. El segundo, el más importante, es el moral. Todas estas personas tienen derecho a ser diagnosticadas, tratadas, cuidadas y curadas. El hecho de que exista un día como este es como lanzar una bengala; ilumina el cielo por un instante, pero luego este vuelve a quedarse a oscuras. Por eso necesitamos formar a nuestros profesionales, hacer que sean conscientes de que estas enfermedades están llamando a las puertas de Europa y que Europa tiene el deber y necesita contestar.

Azucena Rodríguez Guardado. Cedido por la investigadora.